Segunda colaboración de Manuel Sarmiento sobre ejercicio físico.
En estas fechas de inicio de año mucha gente se plantea como nuevo propósito para el nuevo año, nuevos y viejos retos que tenía abandonados. Uno de los más típicos es apuntarse al gimnasio o hacer ejercicio regularmente, para así calmar la conciencia tras las copiosas “comilonas” de las fiestas navideñas. Por ello, es posible que nos llegue a la consulta del médico de familia más de un usuario pidiendo consejo al respecto.
Para realizar una prescripción correcta de ejercicio es importante tener un cuenta unos conceptos:
- Actividad física: movimientos o conjuntos de movimientos realizados por musculatura esquelética que genera un gasto energético.
- Ejercicio físico: actividad física planificada, programada y estructurada.
- Deporte: ejercicio físico con normativa y reglamente.
En muchas ocasiones se utilizan ambos términos como sinónimos y aunque pueden derivar de un mismo tipo de actividad física e incluso producir un mismo gasto energético, su mayor diferencia es al objetivo que se busca en su realización. Es decir, el objetivo de la actividad física es otro y la realización de esos movimientos es secundaria al cumplimiento del objetivo. El objetivo del ejercicio es la propia acción del ejercicio. Y el objetivo del deporte suele ser competitivo ya sea en competición reglada o en unos tiempos/marcas personales que queremos mantener o superar. Por ejemplo: una acción que puede ser ir de Calviá a Sta Ponsa en bibicleta puede ser actividad física si es una persona que trabaja en Sta Ponsa y vive en Calviá y decide cada día ir al trabajo en bici; el objetivo principal es el transporte de Calviá a Sta Ponsa. En cambio podría considerarse actividad física si esa misma persona que vive en Calviá se plantea que todos los jueves por la tarde y los sábados por la mañana va a coger la bici y se va a ir a Sta Ponsa; en este caso el objetivo es la propia realización de la actividad física. La última posibilidad sería que existiera una competición de ciclismo (ya sea contrarreloj o contra otros participantes) de Calviá hasta Sta Ponsa cuyo objetivo principal sería hacer el trayecto lo más rápido posible o llegar lo antes posible. Esto se consideraría deporte. También sería deporte si esa misma persona que realiza el trayecto en bicicleta de Calviá a Sta Ponsa se cronometrase e intentara cada vez realizar el trayecto en el menos tiempo posible como objetivo principal aunque no existiera competición organizada.
Para una buena prescripción de ejercicio es importante pensar en ello como si fuera un medicamento normal y corriente. Un “medicamento” que aumenta la supervivencia y la calidad de vida, disminuye el riesgo cardiovascular, disminuye el riesgo de osteoporosis, diabetes mellitus 2, hipertensión arterial, dislipemias, obesidad, insuficiencia venosa, etc y además ayuda a su control, mejora el insomnio, las digestiones, los dolores articulares y musculares, la ansiedad, aumenta la calidad de vida en EPOC, insuficiencia cardíaca y trastornos del ánimo. Y además ayuda a la socialización y a mantener la autonomía en las actividades de la vida diaria. La práctica de ejercicio regular también esta relacionado con la disminución de incidencia de algunos tipos de cáncer como de colon y mama así como en la mejora de su evolución. ¿Os imaginais un medicamento que hiciera todo esto? ¡Sería fantástico y “costaría un riñón”! Seguramente haría falta visado de inspección…Seguramente a los laboratorios no les “compensaría” que existiera…Seguramente sea más eficiente invertir en promoción de actividad física que en medicamentos…pero bueno me dejo de reflexiones al respecto para otro día.
Como todo “medicamento”, el ejercicio físico se tiene que prescribir bien, conociendo sus indicaciones, sus efectos secundarios (que los tiene, y algunos muy importantes), sus contraindicaciones (absolutas y relativas) y una cosa muy importante su posología. ¿Verdad que nadie le dice a un paciente ante una neumonía o ante una otitis media: “Tómese un antibiótico”? ¡Noooo! Le decimos el nombre exacto del antibiótico (amoxicilina o el que sea), con una dosis exacta (500 mg, 875 mg….) y una pauta: un comprimido cada 8 horas durante una semana. Pues con el ejercicio es lo mismo. No es del todo correcto decirle a alguien: “Haga ejercicio” o “Vaya a correr”, así sin más.
Para ello existen herramientas que nos pueden ayudar a realizar una prescripción correcta o por lo menos a acercarnos a ello. En unas semanas seguiremos descubriendo las posibilidades que tenemos desde una simple consulta de médico de cabecera. Mientras tanto… ¡A ir al gimnasio a quemar esos mantecados y esa “lechona”!
Un comentario sobre “Prescripción individualizada de ejercicio físico I: conceptos postnavideños”